
Heredero de los valores del Impresionismo es el Postimpresionismo, con artistas para quienes el bodegón constituye una parte importante de su producción, caso de Cézanne y Van Gogh.
Muy apropiados a su lenguaje formal, Cézanne
decide introducir en sus temas los bodegones, que son estables, tienen
una forma definida, un volumen, y además se puede hacer la composición
que se desee, modificándola como uno quiere. En sus bodegones, el
pintor francés decide aplicar el volumen de la esfera, y también el
del cilindro y el del cono. Frutas de formas redondeadas, jarros y
botellas cilíndricas, y copas cónicas, constituyen el repertorio
básico de sus naturalezas muertas. En otras ocasiones aparecen también
jarras, ollas y platos, y muchas veces un solemne mantel blanco, que da
a los cuadros un cierto acento barroco, al estilo de los bodegonistas
holandeses. En los frutos es donde mejor logra configurar los
volúmenes, valiéndose de una refinada combinación de colores. Son
bodegones desordenados con la intención de evitar cualquier sensación
de artificio, pues no trata de producir una ilusión perfecta.

Por su parte, el holandés Vincent Van Gogh
pintó varios bodegones que en la mayoría de las ocasiones se
convierten en fiel reflejo y testimonio de sus sentimientos y estado de
ánimo. Es el caso de sus lienzos de girasoles, destinados a la
decoración de la habitación de Gauguin
en la casa amarilla de Arlés. Destaca la individualización que hace
el artista de cada una de las flores, recuerdo de la pintura japonesa.
Las flores están trazadas con meticulosa precisión; sin embargo la
pastosa aplicación del color, la caótica disposición de las hojas, la
fuerza luminosa que surge de su interior ante el fondo azul celeste
dotan al cuadro de un significado que va mucho más allá de la simple
reproducción de unas flores. Estos girasoles encarnan la imaginación
del artista, su identificación con ellos, y son el exponente de esa
profunda fuerza expresiva que parecen haberle sugerido. Por su parte, la
Silla de Vincent se convierte en emblema de lo sencillo y lo natural,
así como en metáfora de la profunda soledad que experimenta el pintor.
El bodegón es también uno de los temas más frecuentes de los pintores cubistas. Picasso, Braque o Juan Gris
recurren a este género con frecuencia, representando los objetos de
forma fragmentada y, en ocasiones, empleando otros materiales además de
los pigmentos, como hojas de periódicos o papeles de colores, creando
auténticos “collages”.
El pintor surrealista Magritte emplea en sus bodegones elementos de uso cotidiano, con los que compone escenas que causan extrañeza, recurriendo una vez más al recurso a la paradoja con el que consigue suscitar efectos de desconcierto, sorpresa y misterio sin parangón en la pintura de su época. Así ocurre por ejemplo en su famosa obra La traición de las imágenes, a la que se refiere de la manera siguiente: “¿La famosa pipa? No se cansaron de hacerme reproches. Pero, ¿puede usted llenarla? No, claro. Se trata de una mera representación. Si hubiese puesto debajo de mi cuadro: Esto es una pipa, habría dicho una mentira”. La frase se trata de una explicación engañosamente simplista, porque alude a que la pintura no es la realidad sino sólo pintura.
Por último, el máximo representante del Pop Art, Andy Warhol, se convierte en autor de los nuevos bodegones del siglo XX. Warhol siempre manifestó que con su pintura quería representar la sociedad de su época, por cuanto a su juicio un pintor tiene la obligación de plasmar en sus obras la sociedad en la que le ha tocado vivir. En este sentido, las sopas y las verduras enlatadas, y las bebidas embotelladas, dicen más sobre nuestras costumbres, que la mayoría de los testimonios culturales. Las sopas Campbell, la Coca Cola, el detergente Brillo y el tomate Heinz representan una forma y un nivel de vida. Informan sobre la humanidad en la segunda mitad del siglo XX, sobre las técnicas de producción y conservación, así como sobre las costumbres alimenticias colectivas, en definitiva, sobre las formas humanas de comportamiento, algo que será estudiado con sumo interés por los antropólogos del futuro. Cuando Warhol eligió los botes de sopa Campbell o las botellas de Coca Cola, como motivos de su arte, los elevó a la categoría de verdaderos iconos de la cultura contemporánea. Esto fue posible merced a la decisión de un artista que, por así decirlo, los ennobleció y les concedió el rango de obras de arte. Al trasladarlas al lienzo, las elevó artísticamente y las condujo de los supermercados a las galerías de arte. En definitiva, “el gran mérito de Warhol no fue pintar cincuenta latas de sopa, sino la idea de pintar cincuenta latas de sopa” llegó a afirmar Marcel Duchamp.
- Cocacola Cajas de brillo. Bodegón pop en escultura
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